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El uso de la cartografía en el arte actual


Joaquín Barrientos

André Breton es ingenuamente psicogeográfico en el encuentro.

Madeleine Reiner es psicogeográfica en el suicidio.

Evariste Gallois en las matemáticas.

Guy Debord

Los vínculos entre la ciencia y el arte tienen una larga e indisociable historia. Desde los glifos mayas hasta las delirantes ampliaciones de fractales de Mandelbrot, la ciencia y el arte han jugado a seducirse y a imbricarse en una suerte de danza amatoria. Su historia es así la de un sinnúmero de robos, plagios, trasvestismos y devoluciones de ideas.

Un buen ejemplo de maridaje científico con el arte son, sin duda, las representaciones cartográficas, las cuales —como herramienta de la geografía para describir la superficie de la tierra— han gozado siempre de un valor plástico que puede reconocerse a través de sendas colecciones de mapas, cartas navales, demarcaciones geodésicas, modelos anamórficos, coremas, maquetas, grabados, etcétera, considerados valiosas obras de arte. Representar un territorio conocido o ignoto o, más aún, mapear los posibles desplazamientos que los territorios ofrecen como forma de memoria del movimiento, ha sido desde su origen un ejercicio en el cual la creatividad se ha puesto al servicio de la utilidad y la objetividad de la información geográfica.

Este impulso por desplazarse y por descubrir nuevos territorios ha generado, no obstante, lo que puede denominarse una estética cartográfica no inocente, la cual no se ha limitado ha proyectar lugares a escala sino que, a través de un conjunto de elementos gráficos, ha confeccionado la identidad espacial, cultural y emocional de tales sitios. La sumisión económica del hemisferio sur respecto al del norte, el eurocentrismo globalizado y otras formas de polarización del mundo, han echado mano de esta alienación geográfica de la ‘periferia’ abusando de las condiciones materiales del planeta.

Esta situación, sin embargo, ha dado un giro importante en los últimos cincuenta años. El valor plástico de la cartografía, el cual estaba al servicio de la geopolítica como instrumento para organizar las redes de poder en el mundo, intenta ahora subvertir esta condición de dependencia planetaria. El arte, así, ha comenzado el desplazamiento de los fundamentos cartográficos más caros a la dominación simbólica de la territorialidad. Estos cambios, los cuales coinciden no sólo con el último periodo de descolonización del tercer mundo, sino con la sistematización de las bases de datos a través de los SIG (Sistemas de Información Geográficos) y con una división más pragmática entre la geografía física y la humana, han confeccionado lo que puede denominarse un activismo cartográfico materializado a través del arte, el cual ha permitido una comprensión diferente del espacio global y de los tejidos sociales que lo articulan. A través de la informatización de las bases de datos y de su utilización crítica y creativa como parte del material de artistas preocupados por la cultura y sus representaciones simbólicas, esta cartografía subversiva ha promovido una sólida crítica al urbanismo funcionalista y a las políticas demográficas y de distribución de riquezas.

Estos nuevos ‘mapas cognitivos’ del mundo, como los ha llamado Fredric Jameson, fueron anunciados por Guy Debord y los situacionistas, quienes hablaron de la psicogeografía como estrategia liberadora del geocentrismo político. Reutilizando estos procedimientos de mapeo y procesamiento de datos, artistas en la actualidad han utilizado la información geográfica como iconografía para reflexionar sobre problemas planetarios como la inmigración, el hambre, las guerras, los daños al ecosistema, etcétera.

En estas prácticas artísticas no es que el planeta o alguno de sus segmentos (estratificaciones diría Deleuze) se haya convertido en una obra de arte —como en el landart, en el arte ambiental o en el arte in situ— sino que la topografía general del globo en tanto que estrategia artística para leer y procesar el mundo —su cartografía emocional, económica, sexual, ética, subjetiva, política, etcétera— se ha convertido en la herramienta estética más precisa para hablar de la actualidad, para comprenderla y para habitarla.

La representación geodésica de la que hace uso el arte actual es así una antiglobalización artística del planeta que, justamente a través de apropiarse (desterritorializar diría también Deleuze) de la imagen del globo y de revertir el sentido de sus redes y canales de circulación e intercambio de bienes y servicios globalizados, consigue evadir el principio actual de navegación (física o virtual) como ejercicio obcecado de consumir lugares, imágenes o experiencias.

Las exposiciones y bienales internacionales de los últimos años han dado muestra de esta imbricación de la cartografía en el arte. En franca resonancia con las teorías relacionales del arte, la exposición GNS (General Navegation System; vid. www.palaisdetokyo.com/gns/) organizada por Nicolas Bourriau en el Palais du Tokyo en el 2003, por ejemplo, intentaba dar noticia de esta situación del arte con obras como las estadísticas de violencia de Mark Lombardi, los mapeos del valor moral del planeta de Henrik Olesen, las Topotypographies de Franck Scurti, las representaciones de mapas mentales de Nathan Carter, con el ON (Observatorio Nómada) de Stalker o con artistas como Sean Snyder, quien presentó unos planos estadísticos realizados por habitantes de la Ciudad de México, en los que relataban y dibujaban el tiempo y las características de algún desplazamiento por esta caótica urbe, remarcando la subjetividad con la que las personas conciben, imaginan y se apropian de los territorios urbanos. La muestra también incluía la obra Atlas de Wim Delvoye la cual, a manera de macropuzzle, construye un mapamundi imaginario desideologizado.

La última Biennale di Venezia también presentó artistas como el GAK (Grupo de Arte Kallejero) de Argentina, quienes mostraban su Cartografía del Control a manera de mapa de la opresión política del mundo. La Documenta 11 de Kassel, por su parte, no sólo fue en sí misma —a través de sus cinco plataformas: Viena, Nueva Delhi, Berlín, Sta. Lucía (África), Kassel— una cartografía crítica del centralismo estético-europeo del arte actual, sino que presentaba obras como New Babylon del propio Constant, Park. A Plan for Escape de Dominique González-Foerster y A Journey Through a Solid Sea del grupo Multiplicity. Laura Kurgan, en esta misma línea, presentó en 1996 en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) el proyecto Usted está aquí en el cual utilizó el sistema GPS (Global Positioning System) para ubicar —en un inteligente juego cartográfico— el lugar que ocupa el saber museístico en el espacio.

La cartografía actual se ha convertido así en una herramienta del arte para repensar los valores de la identidad, del viaje, de la territorialidad, y de lo que implica ser extranjero, habitar un lugar o desplazarse. Como ha dicho Roger Brunet, es la propia representación de las distancias la que influencia atracciones y fricciones en el espacio, la que aproxima y es vía de dominación o de acceso y, en definitiva, la que nos puede poner en el lugar de los otros.



Joaquín paericipó en la 1a Interfaz Querétaro 2007